viernes, 6 de septiembre de 2013

Cuento: Billetera mata galán

Voy en el auto por Puerto Madero con el estéreo a todo volumen. Más que “Pinball wizard” no escucho nada. Voy abstraída, en un planeta construido de música. Doblo para entrar al estacionamiento del casino. Callo la música, bajo el vidrio y siento que una voz proveniente de una máquina me dice: “retire su ticket”. Vuelvo a acelerar, las piedras crujen bajo las ruedas del auto. Estaciono, y el tronar del piso cesa. Camino hasta la puerta de entrada. Se escucha cada vez más fuerte el golpetear de las olas del Río de la Plata contra el casco del barco. Sin embargo, en mi cabeza siguen tocando los Who.
Al entrar al buque, me aturulla un murmullo tan alto que tapa la canción que traía desde el auto. “¿Qué carajo hago acá?”, repiquetea como un eco en mi cabeza. “Kchin Kchin”, suenan unas monedas entrando en una máquina. Una musiquita alegre y concisa me dice que alguien ganó algo en algún otro juego. Bancos que se corren por abuelas que se cambian de tragamonedas después de haber estado sentadas, seguramente, muchísimo tiempo en ellos. Escucho una fuerte risa que describe a un donjuan y un chinchinear de copas entre un hombre y una mujer cuyos tacos me habían atrapado antes. “¡Pucha, yo quiero unos así!” interrumpe mi pensamiento la escena romántica.


Más atrás en el salón, el aire está más callado, pero sigue habiendo un suave murmullo. Siento el decir clásico del croupier: “¡No va más!” que me genera la sensación de que alguien apretó mute en el control remoto de la vida. Parecería que cada persona en el casino estuviese expectante de ese rodar de ruleta. La bola golpea en cada casillero de la rueda, cada vez más lento, cada vez más pausado, hasta que no golpea más. Entonces se escucha a este personaje, protagonista del casino, decir “Colorado el 14”. El rastrillo que roza contra el paño, amontona las fichas perdedoras. La mudez del ambiente se multiplica. Un par de rodillas que golpean contra el piso y una copa que se rompe contra el bronce de la mesa, me recuerdan a aquel chinchinear romántico. El donjuan que hace un rato sentía tenerlo todo en aquellos tacos, ahora nos ensordece al desplomarse. Su carcajada es ahora una respiración entrecortada. El alarido agudo de una amante espantada atrae una multitud de pasos asustados, chismosos, que rodean la mesa de la ruleta. Yace en los brazos de la mujer de los tacos el hombre que hizo saltar la banca. Se oye el sollozo de su enamorada. Se siente su último estertor. Aturde el silencio de su corazón.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué lástima que se murió!
Me costó un poco entenderlo. El ángulo del relato y los personajes se me mezcló un poco.

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