jueves, 10 de octubre de 2013

No soy de aquí ni soy de allá

Cuando te encontrás con un extranjero o con una persona del interior, siempre te comenta lo inconveniente que es “ser de afuera”, y seguro alguna vez un porteño te dijo “y… pero fulanito es del interior” como si fuese un inconveniente. Contrario al común de la gente, pienso que la persona que ha vivido en más de una ciudad tiene una gran ventaja. Y digo esto porque fui criada por mis padres, dos formoseños que desde jóvenes viven en Capital Federal. Toda mi familia es de Formosa, sobre todo la parte paterna, que es la más grande. Por suerte mis viejos nunca perdieron el contacto con ellos. Cada dos o tres meses tratamos de ir para que el lazo sea cada vez más fuerte. Hace poco falleció mi abuela, y más de una vez se nos cruzó la idea de que se nos caía el pilar que sostenía a la familia, y que sin ella todo se iba a derrumbar. Eso no pasó. En fin, ni mamá ni, mucho menos, papá renegaron jamás de su formoseñeidad. Nunca.
Algo que siempre me llamó la atención, desde que soy chiquita, es que en todas partes se los trata como si fueran de otro lugar. Estamos en Capital y “El gato de al lado”, la vecina, le dice a mi papá “yo no sé cómo será en tu provincia, pero acá no se hace ruido a la mañana”. Nos vamos a Formosa, y mis tíos le dicen “Selo”. Su apodo, desde chiquito, es Elo; pero los porteños solemos arrastrar las eses: “¿Cómo estásselo?”. Se podría pensar que esto es una desventaja, pero no creo que sea así.
“No ser de aquí ni ser de allá” es un gran beneficio. Por un lado, mis viejos tienen esa humildad característica del interior, son tipos sencillos y sin mucha vuelta. En lo que puedan te van a ayudar, y en lo que no también. Siempre con el mate o el tereré en la mano, conocen cada especie de árbol y de pájaros, les gusta caminar descalzos en el pasto de mi casa y levantarse a las seis de la mañana con el canto de los zorzales. Mi papá se autodenomina “hombre de campo”, y le dice a mi mamá “Chinita”. Claro que a todos nos resulta una exageración y siempre nos reímos por eso. Tanto formoseños como porteños.
Por otro lado, el hecho de haber crecido en Capital, o al menos de haber madurado acá, hizo que miraran ciertos aspectos con otros ojos. En Formosa y, según dicen, en la mayor parte de los pueblos del interior[1] las personas suelen ser muy conservadoras. Mi familia es muy católica y fervientemente radical. Mis viejos, están a favor del aborto y yo soy la única de dieciocho primos que no tomó la primera comunión (mi papá sigue siendo radical, no hay con qué darle). Desde chica me dejaron hacer fiestas con alcohol en casa. De ese modo bebía en un espacio controlado. En pocas palabras, tienen la mente abierta del porteño.
Todos los días se produce una escena que ilustra perfectamente esta tensión entre “el ser porteño” y “el ser formoseño”: cuando salen a la calle, van a mil, esquivando cuanta persona o auto se les cruce por el camino; siempre apurados. Cuando llegan a casa, se cambian, se preparan un tereré, sacan sus reposeras al patio, y que la vida pase. Eso es lo que define a mis viejos: no son ni lo uno ni lo otro, pero son lo mejor de los dos lugares.



[1] Si algún pariente mío lee este trabajo se va a enojar porque trato a “Formosita” como pueblo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me hizo "llorar", con ll no con sh.

Unknown dijo...

Qué Dulce, Porita!!!
Yo "no choro" porque soy un hombre de campo ... y parece que medio porteño, JA!

Los críticos y el sillón Perdido dijo...

Hermoso Luli!!!!

Unknown dijo...

No soy de aqui ni soy de alla: soy de acullá. jeje

Anónimo dijo...

Mooooy buenooo subzerooo!!! jajaja me encanto q nivel!!

Saludos prima nos vemos en diciembre!! Luishii jajaja

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