Cuando
te encontrás con un extranjero o con una persona del interior, siempre te
comenta lo inconveniente que es “ser de afuera”, y seguro alguna vez un porteño
te dijo “y… pero fulanito es del interior” como si fuese un inconveniente. Contrario
al común de la gente, pienso que la persona que ha vivido en más de una ciudad
tiene una gran ventaja. Y digo esto porque fui criada por mis padres, dos
formoseños que desde jóvenes viven en Capital Federal. Toda mi familia es de
Formosa, sobre todo la parte paterna, que es la más grande. Por suerte mis
viejos nunca perdieron el contacto con ellos. Cada dos o tres meses tratamos de
ir para que el lazo sea cada vez más fuerte. Hace poco falleció mi abuela, y
más de una vez se nos cruzó la idea de que se nos caía el pilar que sostenía a la
familia, y que sin ella todo se iba a derrumbar. Eso no pasó. En fin, ni mamá
ni, mucho menos, papá renegaron jamás de su formoseñeidad.
Nunca.
Algo
que siempre me llamó la atención, desde que soy chiquita, es que en todas
partes se los trata como si fueran de otro lugar. Estamos en Capital y “El gato
de al lado”, la vecina, le dice a mi papá “yo no sé cómo será en tu provincia,
pero acá no se hace ruido a la mañana”. Nos vamos a Formosa, y mis tíos le
dicen “Selo”. Su apodo, desde chiquito, es Elo; pero los porteños solemos
arrastrar las eses: “¿Cómo estásselo?”. Se podría pensar que esto
es una desventaja, pero no creo que sea así.
“No
ser de aquí ni ser de allá” es un gran beneficio. Por un lado, mis viejos
tienen esa humildad característica del interior, son tipos sencillos y sin
mucha vuelta. En lo que puedan te van a ayudar, y en lo que no también. Siempre
con el mate o el tereré en la mano, conocen cada especie de árbol y de pájaros,
les gusta caminar descalzos en el pasto de mi casa y levantarse a las seis de
la mañana con el canto de los zorzales. Mi papá se autodenomina “hombre de
campo”, y le dice a mi mamá “Chinita”. Claro que a todos nos resulta una
exageración y siempre nos reímos por eso. Tanto formoseños como porteños.
Por
otro lado, el hecho de haber crecido en Capital, o al menos de haber madurado
acá, hizo que miraran ciertos aspectos con otros ojos. En Formosa y, según
dicen, en la mayor parte de los pueblos del interior[1]
las personas suelen ser muy conservadoras. Mi familia es muy católica y
fervientemente radical. Mis viejos, están a favor del aborto y yo soy la única
de dieciocho primos que no tomó la primera comunión (mi papá sigue siendo
radical, no hay con qué darle). Desde chica me dejaron hacer fiestas con
alcohol en casa. De ese modo bebía en un espacio controlado. En pocas palabras,
tienen la mente abierta del porteño.
Todos
los días se produce una escena que ilustra perfectamente esta tensión entre “el
ser porteño” y “el ser formoseño”: cuando salen a la calle, van a mil,
esquivando cuanta persona o auto se les cruce por el camino; siempre apurados.
Cuando llegan a casa, se cambian, se preparan un tereré, sacan sus reposeras al
patio, y que la vida pase. Eso es lo que define a mis viejos: no son ni lo uno
ni lo otro, pero son lo mejor de los dos lugares.
5 comentarios:
Me hizo "llorar", con ll no con sh.
Qué Dulce, Porita!!!
Yo "no choro" porque soy un hombre de campo ... y parece que medio porteño, JA!
Hermoso Luli!!!!
No soy de aqui ni soy de alla: soy de acullá. jeje
Mooooy buenooo subzerooo!!! jajaja me encanto q nivel!!
Saludos prima nos vemos en diciembre!! Luishii jajaja
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