jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuento: Vueltas de Perro


Hoy es el día. Hoy hablo con mi jefe, ya no hay excusas. Hace siete años que trabajo en la empresa, siempre en el mismo puesto. Hago todo lo que me dicen, como me dicen y cuando me dicen. No pongo peros. Llego temprano y soy la última en retirarme.  Me parece que ya es hora de una promoción, o aunque sea un aumento: quiero mejorar mi situación actual. Sí, es verdad, soy tímida, pero cada vez que tuve que interceder por otro, lo hice sin problemas, así que no puede ser tan grave. Ni bien llegue Quaranta, le planteo el asunto.
Antes de que llegue me debería arreglar, tengo que estar impecable. Aunque sea un poquito de perfume, retoques de maquillaje. Mejor voy al baño… Bueno, ya está. Me calzo los tacos, levanto la cabeza, entro y listo, voilá. Quién sabe, el mes que viene estoy ocupando el lugar de Josefina. Además, ella no se merece el puesto, yo soy la que hace todo el trabajo, y Quaranta está bien enterado de eso.
Ya decidida, salgo del baño y acometo hacia el despacho de mi jefe. Camino altanera, soberbia incluso. Un paso, otro paso, otro paso, y de repente me voy de cola al piso. Se me había roto el taco. Sí, el taco que me acababa de poner exclusivamente para verlo. ¡Pero! ¡No puede ser, son nuevos! Qué papelón, todo el mundo me está mirando… Qué caballero es Basso. Siempre tan atento, y bueno mozo. Bueno, tan mal no me vino al caída, eh. ¿Lo invito a tomar un café?, ¿será apropiado? Este hombre me lee el pensamiento, ¡claro que quiero! Con calma, Catalina, respondé tranquila, no pasa nada: es un cafecito, una copita a lo sumo.
Qué linda que estuvo la salida, es encantador Basso, me encanta. ¡Ay! ¡Al final no pedí el aumento! Bueno, mañana sin falta. Espero que esta vez no se me cruce Basso, porque Basso… su voz… ¡Qué tonta! ¿¡Cómo le voy a responder eso!? Debe pensar que soy una mojigata. Basta, no tengo que pensar en él a la noche, porque hace que me cueste horrores dormir. Pero, ¿cómo hago? Es divino. Esa sonrisa sugestiva, seductora. Basta. ¡Me duermo!
Sí. Hoy es el día. Esta duchita me relaja, me calma la ansiedad. ¿Por qué habría de estar nerviosa? Me lo merezco, es así. Además, hasta Basso se dio cuenta. Encima, digamos, no sólo hago lo que me dicen que haga, también soy creativa, siempre tengo ideas nuevas, propuestas imaginativas, trato de innovar y modernizar mis tareas. No tengo hijos, ni pareja, mi vida gira alrededor del trabajo. Y de Basso, que es perfecto… no, no. No tengo actividades extralaborales, no se me puede decir que “no estoy lo suficientemente centrada”. ¡Qué guacho! ¡Machista! Claro que no quiere mujeres en puestos más altos, mirá si se embarazan y tienen hijos: su enfoque ya no sería el trabajo, sino su familia. ¡Cualquiera! Igualmente, yo no quiero familia. Vivo por y para mi trabajo. ¡Soy la mujer ideal para la empresa! ¡Y lo sabe, Quaranta lo sabe!
Subo y se lo pido. No, mejor entro, dejo las cosas, y ahí le planteo el asunto. Tiene que ser ahora, estoy perfecta. Llegué. Ahora sí, andá directo al escritorio, nada de Bassos. Por favor, Catalina, no te distraigas. Hoy no hay excusas ni tacos rotos. Ahí está la puta de Josefina. Llegó antes, más temprano que nunca, qué raro. Más temprano que yo, ¡inconcebible! ¿Habrá pasado algo?
¿Qué es todo esto? ¿Que si no me enteré qué cosa? Uy, Dios mío. ¿Todo esto tengo que hacer yo sola? Sí, claro. Me diste “mi parte”. Qué casualidad que lo mío sea el doble de lo tuyo… ¡Qué casualidad que no me haya enterado antes, siendo que eras vos la que me tenía que avisar! Ahora, obvio, estoy atrasada. Por tu culpa. Y por tu culpa, claramente, no puedo ir a pedirle a Quaranta el ascenso. Al final, ¿qué quiero?, ¿un ascenso o un aumento?¡Un ascenso, ya fue! De última, empiezo por ahí, y si no me lo puede dar le pido más plata. La excusa del “incentivo” es clave, la usa todo el mundo, pero es letal. No te pueden decir que no a eso. Ni bien termine de hacer esto, así como esté, presentable o no, voy.
Treinta años tardé en terminar todo lo que me dio para hacer esta guacha, pero ya está, ya lo hice, ya puedo ir a hablar con Quaranta. ¡Al fin! ¿Qué me voy a regalar con mi nuevo sueldo? Un vestidito lindo para la próxima salida con Basso. ¡Ah! Y unos buenos zapatos, bien altos. En definitiva se me acaba de romper un par. ¿Toco o no toco?, ¿pregunto o paso directamente? Paso, directamente…
        Señor, permiso, lo molesto un segundito…
        ¡Ah! Catalina, con vos quería hablar. – ¿Me va a promover sin que se lo pida? ¡Sí, no puedo creerlo! ¡Viste, Catalina, que te lo merecías! Qué manera igual, eh. Siempre tan apático. Nunca muestra una emoción este tipo. – Tengo que comunicarte que la empresa está reduciendo personal. Lamentablemente, en los últimos días te vi un poco distraída, así que te voy a tener que pedir la carta de renuncia. Si necesitas alguna referencia, no dudes en acudir a la empresa. Yo mismo te voy a recomendar. Muchas gracias por tus servicios.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Impresionante!!! Encima, tan verídico!!!! Buenísimo ese escribir desde la mente

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